
Retrato de Juan Vidal. Foto: Jorge Fuster
Un día con Juan Vidal
Sandra Bódalo – 10/07/25
El arte de crear sin prisas, desayunos para encarar bien el día y notificaciones inesperadas de Instagram: una charla con el diseñador que no se rige por alarmas
En esta nueva entrega de Por favor, la cuenta, reconvertida en Un día con, no vengo a hablar de primeras citas en un bar, de menús extravagantes ni de ese eterno flirteo entre la moda y la gastronomía. Aunque, si lo pienso bien, quizá sí. Porque realmente hay una cita y sí, también hay un hombre. Se llama Juan Vidal (Elda, 1980), es diseñador, alicantino, elegante hasta para desayunar y, recientemente, integrante del nuevo Comité de Moda de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, Y, probablemente, será la primera cita en mi vida donde él sea el que hable y yo la que escuche cómo es su rutina, plagada de información sobre su personalidad.
Mañanas sin alarma y pinchos de tortilla
En teoría, el día de Juan empieza a las 08 horas. En la práctica, depende. Es de esas personas que no hacen caso a la dictadura del despertador: «Hay días que me levanto dos horas antes de que suene y otros en los que no sé quién lo apaga», confiesa. Pero, aunque no amanezca siempre a la misma hora, sus mañanas sí que cuentan con algunas que otras costumbres: hacer la cama, «por supuesto», y usar «varias cremas, pero sin un orden lógico». Lo que tampoco se negocia es el desayuno. Para Vidal —y para una servidora— es el mejor momento del día. «Me encanta desayunar fuera, lo hago casi a diario. A veces, incluso, dos veces», nos admite. Una vez sentado a la mesa, ya sea dulce o salado, apuesta por lo tradicional: una tostada con tomate y jamón o el clásico pincho de tortilla, acompañado con un café con leche caliente, «sea invierno o verano».
Porque ya se sabe que hay placeres que no necesitan innovar, solo saber disfrutarlos.
Libertad creativa en un estudio que se siente casa
Durante la semana, al diseñador se le puede ubicar en muchos lugares, pero casi siempre acaba volviendo a su centro de gravedad: el estudio. Nació en la localidad alicantina de Elda, estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona, y terminó forjando su marca homónima en Madrid. Lleva siete años en la capital y, en ese impás, quizás ha superado el récord de mudanzas: «Voy por mi sexta casa de alquiler». Ahora vive en el castizo barrio de Lavapiés y camina cada día hacia su taller de la calle Infantas, en el corazón de Chueca. «La creatividad necesita libertad», asegura. Por eso va sin prisas, sin fichar, y dejando que las ideas marquen el paso.

La campaña para Hispanistas Foto: Juan Vidal
En el número 21 de la mencionada calle Infantas se encuentra su cuartel creativo: un espacio camaleónico que cambia de piel según el día. Puede ser showroom, atelier, plató para una sesión de fotos o el escenario de un brainstorming improvisado. Una entreplanta con espíritu de nave industrial y alma de estudio de artista, con suelo de microcemento blanco, techos altos y tubos vistos que le dan ese aire limpio y funcional que, ante todo, invita a crear. «Es una caja multifunción, no hay ningún mueble anclado para poder usarlo con varios fines», explica Vidal. Allí, donde todo empieza y todo vuelve, se siente como en casa. De hecho, si tiene que elegir un lugar para una reunión de trabajo, lo tiene claro: su estudio.
«Entra una luz estupenda por las mañanas y lo tengo todo a mano», asegura.
De Kylie Jenner a la reina Letizia
El núcleo duro del equipo de Vidal lo completan su socia, Edurne Ruiz, y la encargada del showroom y del trato directo con clientas y estilista, María Gómez. Juntos, forman un instrumento perfectamente afinado, capaz de lanzar una nueva colección —como Me quiere, no me quiere, presentada en 080 Barcelona Fashion— o de gestionar con tranquilidad lo inesperado. Y lo inesperado, a veces, llega en forma de notificación de Instagram. Como el pasado jueves 3 de julio, cuando la mismísima Kylie Jenner decidió incluir su bikini y pañuelo Daisy en su photo dump «Italian summer». No es la primera figura internacional que luce sus diseños, y tampoco será la última. Su hermana Kendall ya fue vista tiempo atrás con un vestido de Juan Vidal mientras paseaba por las calles de Nueva York. Y sin ir más lejos, hasta la reina Letizia ha apostado por sus creaciones. En estos casos, la pregunta es evidente: ¿qué siente cuando ocurre? «Al principio no te lo llegas a creer, pero cuando ves las fotos te da un subidón… Siempre nos hace muchísima ilusión a todo el equipo», reconoce.
Aunque el día a día de un estudio de moda puede que no se parezca a una oficina convencional, siempre hay pequeñas rutinas que marcan el ritmo. La música, por ejemplo. «Tenemos una playlist que se llama -Estudio- y ahí metemos de todo: ambiente, clásica, algo de pop español que se cuela… música que acompañe sin ser protagonista», cuenta. Pero cuando hay que concentrarse, se impone la soledad sonora. «A veces tengo que ponerme los cascos», reconoce, entre risas. ¿Y si suena el timbre? Tampoco pasa nada. Aquí no hay carreras, ni dramas, ni frases de película a lo El diablo viste de Prada. «Trabajamos con cita previa. Y si el encargo requiere que esté presente, atiendo personalmente: probamos, asesoramos, retocamos», explica. Todo sin aspavientos.
La teatralidad, mejor dejarla para la pasarela.

La reina Letizia vestida de Juan Vidal. Foto: EFE
A veces, esas visitas al estudio tienen nombre y apellidos, como el de Elena Giménez, head of fashion en Barreira Arte y Diseño y fundadora de El Amor Productions. Su cita no es reciente, sino de hace un par de años, cuando acudió a su amigo —con quien ha trabajado más de una década— para que diseñara el vestido de su boda. «Siempre tuve claro que, si algún día me casaba, los vestidos me los haría él. Tenía una confianza ciega», cuenta. El proceso, lejos del drama nupcial, fue una experiencia natural, divertida y muy especial. «Los fittings fueron de los días más guays. Nos reímos muchísimo y nunca me hicieron dudar de nada. Me sentí en casa», relata, y recuerda con cariño cómo el diseñador aterrizó la idea sin necesidad de demasiadas palabras. Ella solo compartió el concepto de la boda y el contexto. Juan hizo el resto.
Más «work» que «after»
Y entre desfiles, lanzamientos de drops y exposiciones efímeras, también hay tiempo para alianzas que dejan huella. Como la colaboración con la firma alicantina Hispanitas, con la que ha creado una cápsula que reinterpreta la sandalia desde la elegancia y la vanguardia. «Hicimos una colección que se agotó en una semana, se repuso y volvió a agotarse. Eso ha dado pie a dos más para el año que viene», cuenta con entusiasmo. El proyecto celebra el diseño local, el oficio y una nueva forma de entender el calzado. Y como buen eldense, no es ajeno al valor simbólico (y sentimental) de esta unión. «Se notó mucho la conexión entre su parte más técnica y mi visión estética. Fue muy natural», relata.
Cuando se apagan las luces, reconoce que no hay after work que valga porque, últimamente, hay más «work» que «after». Así que al salir del trabajo solo busca relax, «me encanta poder relajarme en casa tranquilamente absorto en mis pensamientos» o ver alguna película porque, como cuenta, es «bastante cinéfilo». Y si necesita escaparse, busca lugares con mar —ese lujo que a Madrid le falta— o ciudades donde perderse, explorar y renovar la mirada. Porque «viajar es algo que nutre la creatividad como pocas cosas en la vida».
Y así transcurre un día con Juan Vidal: entre desayunos por partida doble, ideas que se cocinan a fuego lento y notificaciones de Instagram, desde el otro lado del charco, de una de las billonarias más jóvenes del mundo. Un diseñador de moda al que le gusta crear para «compartir sentimientos y provocar deseo», en un estudio que considera su segunda casa. Porque para él, la moda puede trazar ese punto de inflexión, el comienzo de una nueva aventura. La próxima ya se está gestando, aunque habrá que esperar al mes de septiembre —el mes por excelencia del fashion business— para descubrir con qué nos sorprenderá. Hasta entonces, seguro que en el horizonte estival se otea alguna que otra visita al Mediterráneo y, por supuesto, saborear sin prisas la fideuà de su madre.