
Foto: Mikel Ponce
LIFESTYLE – POR FAVOR, LA CUENTA
Manual de supervivencia para (primeras) citas
Sandra Bódalo – 06/03/25
Vino o cerveza, baretos castizos o restaurantes elegantes… ¿Cuál es el maridaje perfecto para un encuentro amoroso? Humor, consejos y un poquito de cinismo es lo que necesitas para enfrentarte a tu nueva dating life era.
Si algo me han enseñado todas esas horas invertidas en televisión durante los noventa es que, por mucho que le molestara a Rachel, realmente Ross y ella sí que estaban tomándose un descanso —so sorry— y que, en esa época, las citas a ciegas en Nueva York estaban a la orden del día. Eso sí, no había fotos de móvil que valieran, solo la fe absoluta en tu amiga, y en que con «muy simpático» no quisiera decir otra cosa. Mientras que ahora, solo se necesita hacer swipe a la derecha o lanzar un corazoncito para tirarle los trastos a alguien —¿eso se sigue diciendo o voy a ser cancelada por los zetas?—. Eso sí, la sensación de vértigo sigue siendo la misma y el miedo a que te hagan un catfish de manual también. ¿Cómo será en persona? ¿Tendremos tema de conversación? ¿Me tendría que haber quedado en casa viendo por decimoquinta vez Orgullo y Prejuicio en pijama? La respuesta a esta última es sí, nunca se tiene suficiente de Mr. Darcy.
Aunque hay gente, como Billie Eilish —si consideramos a las celebrities, gente, claro— que afirman con total impunidad que su sensación favorita en el mundo es la adrenalina. Ante este paradigma, siempre existen dos tipos de personas: las que disfrutan de las citas y se sienten en su salsa y las que las odian. Bueno, realmente existe una tercera categoría: aquellas traumatizadas vivas por sus anteriores experiencias que solo le piden al cielo que esa noche les toque una persona normal. ¿Se nota mucho que estoy hablando de mí? Pero a riesgo de parecer cínica, hay que recalcar que durante tu dating life era puedes vivir cualquier tipo de situaciones…
Y eso, pasa factura, amiga.
Si eres amateur en esto de quedar con gente desconocida, lo primero que tienes que saber es que una primera cita se parece mucho a viajar en avión. Nada más llegar es más que recomendable localizar todas las posibles salidas para una huida rápida en caso de emergencia. Eso sí, en esta clase de encuentros no se aconseja poner el móvil en modo avión, sino todo lo contrario. Dejarlo cerca y con sonido por si tienes que ir al baño y pedirle a alguien que te salve si es necesario. Trucos de escapismo aparte, imaginemos que hemos cerrado nuestra primera cita con alguien. Puede haber sido por Tinder, Bumble, Hinge o, venga… O vamos a tirar de un clásico de cualquier romcom que se precie, en el pasillo del supermercado. A partir de ahí, se presentan más retos.
La primera pregunta es fácil, ¿dónde? Si esto fuera Estados Unidos, el perfect match de una pareja básica sería cine y palomitas; en Alemania, sería una excursión entre montañas; y para Amelia Dimoldenberg, en Londres, una chicken shop. Pero, ¿y en España? No voy a decir nada que no sepas, en España nos gusta beber y comer, así que esta clase de acercamientos suelen darse siempre mesa (o barra) mediante.
Personas de costumbres: no nos apetece pensar
Hay gente que, incluso, tiene ya diseñado su protocolo de actuación en esta fase preliminar. «Durante mi época de soltera en Barcelona, tenía ya mi bar de referencia para primeras citas. Se llamaba Macera Bar —ya cerró en la ciudad condal, pero afortunadamente sigue abierto en Madrid— y era el lugar idóneo para quedar de entendida, pero sin pasarse de caro», admite Marina. Tanto fue así que el propio camarero ya era el tercero en discordia y cada vez que llegaba con un nuevo pretendiente le preguntaba irónicamente: «¿Lo de siempre?». Y es que tras una jornada de ocho horas en una oficina —por ser optimistas—, lo que menos quieres hacer es seguir pensando. Por eso, tener tus direcciones de confianza para cualquier rendez-vous no es solo socorrido, ¡es supervivencia!

Esa maravillosa aparición de Sabrina Carpenter junto a Amelia Dimoldenberg en ‘Chiken Shop Date’. Foto: Habanero
A Valérie le pasaba algo parecido. En esa etapa en la que utilizaba más dating apps que LinkedIn, encontró en el íntimo Café Ruiz de Madrid, el espacio perfecto para sus citas a ciegas. Y ya no solo eso, sino que siempre usaba el mismo look. «Un vestido con el que solía tener mucho éxito y unos tacones», recuerda al otro lado del teléfono. Un recurso muy parecido al que utilizan grandes directores de cine como Christopher Nolan, Sofía Coppola o Greta Gerwig. Eso sí, para trabajar, no para ligar —o sí, ¿quién sabe?—. En varias entrevistas contaban que llevar siempre el mismo uniforme es muy liberador, sobre todo, en profesiones en las que debes tomar decisiones constantemente. Y yo me pregunto, ¿no tendrían que ser así las citas? Liberadoras, vaya.
También ayuda que sea la otra persona la que tome la iniciativa. No solo te quita la presión de decidir, sino que te dará esas primeras pistas sobre sus gustos o su personalidad. No es lo mismo elegir un McDonalds. que una taberna castiza para tomar un vermut. De esto sabe mucho África, que hace unos veranos ligó con un chico en una piscina de Madrid. Él enseguida le propuso quedar y planeó la cita estival perfecta. La recogió en moto estilo Mario Casas en Tres metros sobre el cielo —aunque no sé si considerar eso perfecto—, la llevó a cenar a un restaurante italiano y recorrieron a todo gas la capital para acabar tomando unas copas en un local de moda. «Todo era perfecto, demasiado perfecto… ¡Parecía salido de una película! Hasta que se sinceró y me dijo que tenía un hijo», y la trama de esta comedia romántica empezó a complicarse, rememora la valenciana. Está claro que noticias así con veintipocos años pueden provocar un corte de digestión.
Lo mejor siempre son las anécdotas
Fue en un bar irlandés donde Alberto tuvo una primera cita con un match de Tinder. Al llegar la camarera con las cervezas y el aperitivo, les dio unas servilletas para que lo taparan. Una advertencia que no quedó del todo clara, pero razones tenía la muchacha. La terraza empezó a convertirse en una escena de Los Pájaros, de Alfred Hitchcock. Las palomas no tardaron en aparecer, llamadas por el sabor de los cacahuetes pasados, «tantas que acabaron tirando las cervezas por toda la mesa». Igual que Tippi Hedren, hicieron lo que pudieron para sobrevivir, pero sin grandes resultados… «Esa fue nuestra primera y última cita», concluye.
Lo de Santiago no fue una cita, pero sí amor a primera vista —mejor dicho, de espaldas—. «Me encontraba en Valencia por trabajo y cuando estás en una ciudad nueva, lo que más te apetece es conocer gente, ligar… Así que un día que no tenía plan, me animé y salí yo solo a tomarme un buen vino. Acabé en una terraza y allí había un chico que me llamaba mucho la atención, lo veía de espaldas y un poco de reojo», al final consiguió reunir el valor para acercarse y darle su número. «Cuando llegué y le vi la cara, me di cuenta de que era el novio de una amiga. Intenté disimular, pero enseguida llegó mi amiga«, relata. Fue esa clase de momentos en los que lo divertido le gana la batalla a lo incómodo. «Nos pedimos otra copa de vino y la noche siguió», cuenta entre risas.
Y luego están esas amigas que acumulan anécdota tras anécdota, cuyo historial de citas parece sacado de Cuarto Milenio. Desde que aparezca una persona que nada tiene que ver con la foto original —tipo el antes y el después de la restauración del Ecce Hommo—, que te diga que antes era modelo y se ponga a modelar para ti para demostrártelo en plena calle, que te engañe diciendo que es bombero y (spoiler) no lo sea o que resulte ser una pobre víctima de Llados. Aunque también existen muchas primeras citas que se convierten en segundas, terceras y cuartas. Pero, sea por lo que sea, nunca está de más contar con un pequeño manual de supervivencia para citas.
De nada por lo que viene a continuación.
El Manual de Supervivencia para cualquier cita (y para la vida)
1. En las primeras citas no quedes a comer o a cenar.
Es un ritual demasiado largo. Si no te gusta, no tendrás escapatoria y deberás buscar una excusa para escapar antes de que llegue el postre. Mejor queda en un bar informal a tomar algo, siempre habrá tiempo de continuar la velada en otra parte.
2. La barra de bar es tu aliada.
Para la previa no hay nada como una barra de bar o el típico mercado gastronómico. El secreto está en los taburetes. Parece una tontería, pero si la cosa se pone hot, no tendrás una mesa que se interponga y podrás acercarte todo lo que quieras.
3. No solo hay pasos prohibidos (también alimentos).
A no ser que tengas los modales de Julie Andrews en Princesa por sorpresa, no te arriesgues a pedir nada raro. Puedes dejar el kebab o las cigalas para otro momento. Lo mismo pasa con los sabores, evita el ajo si quieres comer boca después. Parece obvio hasta que ves la palabra ‘bravas’ escrita en la carta —discúlpenme, esta gracia no es aplicable a Madrid y otras partes de España donde no ponen all i oli—.
4. Please, please, please… Deja el móvil.
No hay nada más molesto que no parar de mirar el móvil. Si realmente te interesa la otra persona, guárdalo un ratito. Ese vídeo de gatitos seguirá estando ahí cuando vuelvas.
5. Alerta red flag.
Lo bueno de ir a un bar o, si te has saltado la primera regla, a un restaurante es que puedes ver cómo trata a los camareros. Si empieza a chistar o a chasquear los dedos, no hay dudas: es gilipollas.
6. Ménage à trois no consentido.
Si no para de hablar de su ex, ya sea para bien o para mal… Huye. Huye lejos.
7. Joey no comparte la comida.
Si eres una persona indecisa que ha encontrado la paz en el sagrado sacramento de pedir para compartir, hazte esta pregunta: ¿serías capaz de salir con alguien que no te da sus patatas fritas?
8. Si me dice ven, lo dejo todo.
Si tu cita coge una servilleta cutre y la dobla para que se lea «gracias, puta», cásate. Cásate ya.