
Foto: Mikel Ponce
GASTRONOMÍA – EL CHEF INFILTRADO
«Sufrí acoso en la alta cocina»
Chef Infiltrado – 27/03/25
Un cocinero bajo pseudónimo se cuela en cada edición de la revista para confesar lo que jamás diría con la chaquetilla puesta
En el imaginario femenino y feminista, marzo es el mes de la reflexión, la reivindicación y la unidad. Al menos ese es mi caso. Durante estas semanas en las que todo arde en Valencia, suelo dedicar unas horas o días de mi tiempo a reflexionar sobre los avances alcanzados, de los que no estoy segura del todo, pero espero que existan. Y especialmente pienso en aquellos que aún nos quedan por alcanzar.
Me gustaría creer que nuestra sociedad ya ha superado muchas circunstancias. Por ejemplo, mi cabeza da por hecho que situaciones como las que yo viví estando de prácticas han dejado de existir en el mundo de la restauración, y concretamente de la alta gastronomía. Lamentablemente, he de escuchar atónita a mujeres que vienen de escuelas de hostelería asegurar que su propio centro decide mandar únicamente a hombres a ciertos restaurantes porque, cito textualmente, «es mejor que las chicas no vayan, ya me entiendes». Y no, no lo entiendo. ¿De verdad seguimos así? De repente, viajo 20 años atrás en el tiempo.
Restaurantes de renombre, con muchas estrellas en sus fachadas, están repletos de estudiantes en prácticas. Los stagiers que allí trabajan -porque sí, trabajan- llegan cargados de ilusión y sueños. A cambio de la promesa de aprender un oficio, y de la oportunidad de vivir una experiencia en la élite gastronómica, realizan jornadas laborales extenuantes, sin ningún tipo de remuneración.
Con la misma ilusión llegué yo. Sabía que sería duro, sabía que sería exigente; lo que no sabía es que ser mujer me convertiría, nada más poner un pie en las cocinas, en carne de cañón. Cuando la nueva hornada de practicantes llegábamos, los jefes de partida y de cocina se lanzaban sobre las chicas jóvenes como aves rapaces, haciendo bromas e insinuaciones totalmente fuera de lugar. Yo era joven, y era nueva. En ese momento, creíamos que nos prestaban una atención especial porque habían descubierto nuestro talento, vaya por Dios. Pero no, resulta que eso les daba totalmente igual. Señores, eso es ACOSO y no, no exagero. Hoy echo la vista atrás, y me doy cuenta de que ese era el calificativo, pero cuando estás inmersa en un ambiente tan tóxico y asfixiante, es difícil verlo.
«Sabía que sería duro, sabía que sería exigente; lo que no sabía es que ser mujer me convertiría en carne de cañón»
Yo he visto cómo se cambiaban favores en la cocina por quedar por la tarde a tomar una cerveza «y lo que surja». He visto cómo tus prácticas se pueden volver mucho más complicadas por no entrar en el juego. He visto cómo puedes pasar de ser la niña bonita a ser la siesa o la guarrilla de turno. También, cómo puedes pasar de tratos de favor a limpiar los baños en un suspiro, por un mal gesto o una sonrisa que no convence. Ese abuso de poder era el día a día, y tus cartas dentro de esas cocinas cambiaban mucho (muchísimo) dependiendo del género. Siendo mujer, a nadie le importaba si eras cocinera o querías aprender, porque lo que aprendieras no dependía en absoluto de tus habilidades culinarias.
Sales de ahí mejor o peor parada -más bien, el segundo fue mi caso-, y haces tu vida, y sigues adelante. Pero desde luego, al mirar atrás, te sorprendes de haber permitido eso. El problema es que no era yo quien debería haberlo impedido, sino las personas que dirigen, coordinan y admiten a gente de prácticas para hacerse cargo de ellas. Su responsabilidad es cuidar de que no sufran situaciones tan injustas y tan inadmisibles. Por eso, una vez más, me alucina saber que las escuelas saben a dónde sí y a dónde no deben mandar a las estudiantes. ¿En serio? ¿En serio todavía aceptamos que existan cocinas donde se dan este tipo de situaciones? ¿En serio la solución es no mandarlas allí y ya está? Miramos para otro lado.
Si eres una estudiante, entonces tendrás que rezar por estar en una de esas escuelas que sí se han enterado de que hay ciertos sitios a los que no te deben mandar. Imagínate que todavía no lo supieran.
El chef infiltrado