
La Factory. Foto: Habanero
LIFESTYLE – RECONDIT PLACES
Xics, Torrefiel es un lugar en el que pasan cosas
El Tipo Que– 27/03/25
Da la impresión de que no, pero tenemos un poco de complejo con respecto a Madrid y Barcelona. Por eso, Recondit Places es una sección que va de lo mucho que molamos y los locales tan guapos que tenemos, firmada por un tipo que anteriormente solo hablaba de comida. Ahora, le ha dado por los sitios clandestinos
Imaginemos una cena de Nochebuena en la que los dos hermanos mayores son notarios o astronautas y el pequeño, registrador de la propiedad. Cuando va al baño, se mira en el espejo y piensa: «Buah, puto loser». Bueno, pues basta de eso. La verdad es que tenemos una ciudad llena de eventos, locales guapos, restaurantes y movidas. De hecho, en Valencia pasan tantas cosas que la mayoría se quedan por debajo del radar. De eso quiero hablaros un poco de los sitios pequeños que tienen sustancia, que tienen cositas. Por ejemplo -con esto me pego un tiro en el pie que flipas, pero…-, ¿conocéis La Factory?
La Factory es un local en el mismísimo Torrefiel, que antes era un horno, pero en el que ahora -¡tachán!- venden productos mexicanos y hacen cursos de cocina. Son bastante populares en el barrio, pero para expandir fronteras un poco, han decidido que los sábados por la mañana van a hacer tacos a modo de brunch. Hace unas semanas, quedé con una pareja de amigos que viven en esa calle. Según vamos llegando, veo una cantidad inusual de personas agolpadas en la puerta. Inusual porque, entiéndeme, es Marqués de Montortal. La gente no se agolpa en Marqués de Montortal para nada.
Algunos están comiendo tacos apoyados sobre el capó de un coche, otros están haciendo cola; hay padres con carrito, gente joven, mayor, de todas las razas y edades… Todo maravillosamente Benetton. Por dentro no hay mesas, la gente está de pie, charrando a su bola. Detrás de la barra, hay dos mujeres atendiendo y manejando el cotarro. La mujer alfa está tras la caja. Habla con todo el mundo, te pregunta, te vende, te explica lo que tiene. Es el tipo de persona que administra la totalidad de grupos de WhatsApp de su teléfono. La otra está despachando tacos. Ambas mexicanas.
«A esa quesadilla le encuentras tuits racistas de hace unos años y te da lo mismo: te la comes igual.»
Decido probar todos los que hay, los seis. Pido también una quesadilla y café de olla. Todo es muy simple, sencillo como un anillo. Cuando he pagado, la otra chica monta los tacos, sacando material de unas ollas de barro que tiene delante, a puro cucharazo, y me los sirve en un plato de cartón. Mientras tanto, por detrás se van calentando las tortillas en una plancha de esas de sándwich, y la rueda nunca para.
Hay uno de chicharrones, que son prácticamente callos, y está rico, pero un poco «blanchurri». Mejora con una de las salsas picantes de libre acceso que hay sobre la mesa. Otro es como una especie de ensalada con queso feta, y también hay uno de chorizo con patatas que parece un guiso riojano. Mis favoritos absolutos son el de pollo con mole y el de cochinita. Tienen mogollón de sabor, son bastante contundentes. El de pollo tiene ese fondo a chocolate de los guisos de caza. El otro tiene un cítrico frutal bastante presente. Tal vez los hubiera tostado un poco más, pero entran solos. La mujer alfa me sugiere qué salsa marida con cada uno.

«Aquí te enseñan a cocinar, echas la tarde y es muchísimo más digno y barato que apuntarte a bachata si te acabas de divorciar»
Tacos «La Factory». Foto: Habanero
Las tortillas están de puta madre, porque claro, las hacen allí, pero si tengo que elegir una, la MVP es, sin duda, la de la quesadilla. Tiene un puntito de hojaldre que me hace salivar mucho. Imagínate una quesadilla crujientita, hojaldrosa, rellena de queso, con pico de gallo y picante por encima. ¿Qué fallo tiene eso? ¿A quién no le gusta? A esa quesadilla le encuentras tuits racistas de hace unos años y te da lo mismo: te la comes igual.
A esta también le meto picante.
El café de olla es un café clarito, más potente que el americano, pero más suave que el de aquí, al que le ponen canela, clavo y especias. Bastante aromático, lo sirven caliente para siempre, como para fundir un Terminator. Sabe golosón, dulce. Me recuerda un poco, salvando las distancias, al vino caliente este que te puedes tomar por los países nórdicos en Navidad. Lo único malo es que no tienen birra. Por un tema de licencias y tal, me imagino que al no ser bar, no pueden vender alcohol, pero ya te digo que a 1,50 € no te vas a comer un taco mejor en toda la puta ciudad.
En la pizarra del fondo, está puesta la fecha del próximo curso de iniciación a la cochinita pibil -al que llamaremos cochicurso- y otros platos mexicanos. Aquí te enseñan a cocinar, echas la tarde y es muchísimo más digno y barato que apuntarte a bachata si te acabas de divorciar. Mientras escucho la conversación de la pareja que tengo al lado, me doy cuenta de que ahora mismo, en algún punto de la ciudad, alguien está pagando 15 pavos por una tostada de aguacate y un café de especialidad, y yo estoy de pie, rebañando salsa picante de mi plato, con un trozo de quesadilla. Tú eliges en qué lado de la historia quieres estar.
Por cierto, si no puedes esperar hasta el sábado, los jueves tienes noche de tacos en Casa Capicúa, y en Monterrey, en el barrio del Carmen. Sal a que te dé el aire. Siempre hay alguien haciendo algo en algún sitio.
Goza de amplio aparcamiento.