Foto: Mikel Ponce

LIFESTYLE – POR FAVOR, LA CUENTA

Bartenders: maestros de coctelería y seducción (y no precisamente en ese orden)

Sandra Bódalo – 17/04/25

Profesionales tras la barra y antiguos ligues nos cuentan por qué este oficio vuelve a ser el más hot por excelencia, si es que alguna vez dejó de serlo

Aunque hay personas que son inmunes a su hechizo, no se puede negar que hay profesiones más sexis que otras. Esto no nos lo contaron en el instituto cuando nos planteábamos qué haríamos el resto de nuestra vida y, la verdad, que es una lástima. Puede que esta afirmación suene clasista, incluso superficial, pero la vida está llena de injusticias. So sorry! ¿O acaso algunas vez has tenido un sueño erótico con un agente de seguros? Yo creo que no. Tampoco hay que indagar mucho para darse cuenta de que un buen uniforme ayuda bastante. Tom Cruise y Miles Teller en Top Gun, Josh Harnett en Pearl Harbor, Patrick Dempsey en Anatomía de Grey, Paul Mescal en Gladiator… Espera, ¿podemos considerar gladiador romano como una profesión?

La pequeña y gran pantalla –en esto son expertas nuestras amigas Las Entendidas– también han aportado su granito de arena en eso de erotizar (o no) un trabajo. Solo hay que ver a Jeremy Allen White y The Bear. ¿Quién no ha querido gritarle «Yes, chef!» en algún momento? Y sí, sé que no a todos los cocineros le sientan tan bien los Calvin Klein como a él, pero de repente la hostelería volvía a ser hot againNo es un fenómeno difícil de explicar. Saber que tu futura cita no solo cocina, sino que cocina muy bien es el mejor role play que una puede desear. Si no, ¿por qué tantos hombres heterosexuales ponen en su bio de Tinder que saben hacer croquetas? ¿Realmente amasar jamón y bechamel es tan sensual? Sé que lo estáis deseando, pero ya abriremos este melón más adelante. Pero ahora, más allá de las modas temporales, sin duda, existe un oficio en el sector de la hostelería que siempre ha activado la hot alert. O, al menos, los que más fácil lo han tenido a la hora de ligar. Como te anunciaba el título de este artículo -aquí no hay spoilers que valgan-, se encuentran tras la barra.  

La historia de Donny y Martha en Mi reno de peluche (2024) fue más siniestra que la de nuestros protagonistas. Foto: Netflix

«The (bartender) hotness is not real, it´s all circumstantial» («Su atractivo no es real, es solo circunstancial»). Ya lo decía Robin Scherbatsky en Cómo conocí a vuestra madre, celosa del nuevo fichaje del MacLaren´s . No sabemos por qué, pero existe cierta erótica en ese trozo de madera. Ocurre lo mismo con los escenarios y los DJs. Por favor, vamos a tomarnos unos segundos de silencio por todas las víctimas del clásico músico torturado. Así lo admitía Steve a su pareja Miranda en Sexo en Nueva York, cuando confesaba que se había acostado  con más de cien mujeres por el mero hecho de ser «bartender and cute» («camarero y mono»). Pero… fuera de la ficción, ¿realmente los camareros y camareras ligan tanto? Hablamos con sus protagonistas, víctimas y verdugos sobre si realmente sigue sucediendo y, lo más importante, por qué.

De raparse la cabeza a ligarse a una pilota de las US Army

Pablo tiene 24 años, pero lleva más de siete en el mundo de la hostelería. Cuando le preguntamos si realmente los camareros ligan tanto, la respuesta es un rotundo sí. «El coqueteo surge tanto por parte de las clientas, como por el propio camarero. Es inevitable», declara. Al final es un trabajo de cara al público donde «el atractivo» también es un gran punto a favor: «Sonríes, invitas a algún chupito». Aunque para que la receta sea un éxito, el tipo de local influye mucho, «no es lo mismo un restaurante que un bar informal». 

Arantxa tiene 25 años, pero lleva trabajando de camarera desde los 18 y, como nos admite, batallitas tiene «para escribir varios libros». Tras el mostrador, ha sido testigo de cómo las copas han desinhibido a más de uno. ¿Alguna anécdota que compartir? Home, pos claaar. Un sospechoso habitual del pub le pedía siempre una cita sin buenos resultados. Hasta que un día, le preguntó qué podía hacer para conseguirlo. Ella, por insistencia, diversión o aburrimiento (quizá todo a la vez) le dijo: «Ni aunque te rapes el pelo vas a conseguir una cita conmigo». Al día siguiente apareció con la cabeza a lo Prison Break. Y bueno, el chaval se ganó un café.

«Para que la receta sea un éxito, el tipo de local influye mucho: «No es lo mismo un restaurante que un bar informal»

Otra de sus historias triunfadoras fue cuando volvió a trolear a uno de sus clientes. Le dijo que su hermana gemela trabajaba en el bar de al lado, sin que él supiera que ambos negocios estaban conectados. «Cuando iba al otro bar para conocer a mi gemela, yo corría por la parte de atrás y llegaba antes que él», comenta entre risas. El chico se lo creyó (o fingió creérselo), pero ella se acabó sincerando. Al marcharse, el unmatched dejó publicada una reseña que remarcaba «la atención excelente», pero sobre todo, que aún buscaba a la gemela de la camarera, «pero mejor si fuera la auténtica». A nadie le sorprende que cuando esta joven valenciana hizo con sus amigas la tendencia de TikTok del Dating Wrapped, el mayor porcentaje de affairs se diera en «la oficina».

Pero no todas los encuentros acaban sin final feliz. Dani era coctelero en uno de los place to be de su ciudad y decidió aprovechar su último día tras la barra para invitar a salir a una clienta americana con la que el feeling era evidente. Ella aceptó y, en su primera cita, sobre la arena de la playa, le dijo que su romance tendría fecha de caducidad. En unas semanas debía volver a casa. ¿El motivo? El trabajo, pero no cualquier trabajo: la chica era piloto de avión en las Fuerzas Armadas estadounidenses. Como pasaría en cualquier novela de Federico Moccia, el último día le invitó a acompañarle a Estados Unidos (visado incluido)… «Estuve a punto de hacerlo solo por ella», rememora, al otro lado del teléfono.

 

La historia va de reincidencias (y de echarle morro)

En el otro lado de la barra, tampoco ha sido muy difícil encontrar testimonios. Lucía lleva más de una década viviendo en Madrid y, para ella, sus aplicaciones de ligues son los bares. ¿La razón? «Con más de treinta años, es muy complicado conocer hombres heterosexuales en el Madrid de 2025″, responde con cierto cinismo. Ella es reincidente, como muchas de sus amigas, tanto que le cuesta acordarse de un caso concreto. Aunque relata, todavía entre risas, el día que compitió con un gay por conseguir la atención de un bartender. «Él le estaba tirando ficha y le dije que seguramente yo tenía más probabilidades. El chico fue a intentarlo, pero acabó volviendo con algo para mí. Era el número de teléfono del camarero», recuerda orgullosa.

Foto: Mikel Ponce

Igual que para algunas mujeres los músicos son su kriptonita -o su red flag, según se mire-, para otras son los camareros. Marita es reincidente y, para ella, la ley de atracción se debe a que «como buena periodista autónoma, la idea de tener a alguien a mi servicio me excita. Por no tener, no tengo ni una triste Roomba». Jaire es otra repetidora de manual. «No sé por qué, pero es bastante sencillo acabar ligándome a algún camarero en cada viaje que hago», reconoce. Como buena veterana, su modus operandi siempre es el mismo: «Fijas el objetivo, empieza el tonteo con miraditas hasta que me acerco a pedir algo en la barra y me ofrece un chupito o una copa gratis». Suele ser algo mutuo. «Es un win-win, ellos saben que existe esa erótica en su profesión y la usan a su favor», concluye. 

Pero, ¿verdaderamente es un win-win? Para Juan, los pros claros son las bebidas gratis, «aunque ya no es tan fácil como antes». Y para Ana, exfrecuentadora de clubs de salsa en Valencia, los contras también están claros: los horarios. «Tienes que esperar al cierre para irte con él, muchas veces a las cuatro de la mañana y tenía clase en la universidad a las ocho». Lucía desde Madrid lo deja más claro todavía: «tienes que esperar hasta la madrugada a que te de lo tuyo». O, como dice Marita, «el problema es cuando, lejos de que el asunto quede en un lío de una noche, se convierte en una aventura prolongada, y pasar las noches pegadas a la barra puede hacer gracia a Marta y Marilia a la hora de componer temas, pero no es bueno ni para tu vida social, ni para tu hígado».

Más artículos