
Foto: Mikel Ponce
HABANERO – EDITORIAL
Nace Habanero, ¿de verdad hacía falta más picante?
Almudena Ortuño – 06/03/25
Llega la revista que pica. En su enfoque, en sus contenidos, en su imagen. Aquí, somos de chiles. Adiós a lo edulcorado y al favor por favor. Venimos a hacer periodismo transversal. Porque sí: porque nos divierte
En un mundo tan abotargado de mensajes, habrá quien se pregunte si era necesario otro medio que invite al banquete. Por supuesto que no. Sin embargo, sucede que lo mejor de la vida no suele hacer falta, sino que sencillamente se desea. Estamos ante un proyecto muy deseado. Y precisamente por eso, Habanero no es ruido; Habanero es sinfonía. Un delicioso conjunto de voces, elegido con minuciosa precisión, para ensamblar a la perfección entre el estruendo. Si tiene más de tres acordes, es jazz’ que diría Lou Reed. Incomprensiblemente para quien ambiciona dinero, o -todavía peor- influencia, Habanero no deja de ser un juego en este patio de la vida. Un atrevimiento que no exagera para nada su importancia, aunque por supuesto, la tiene. En realidad, solo hay un motivo para echarle más picante a la vida: tan sencillo como que nos divierte.
Volvamos sobre el lema: Habanero es la revista que pica. No en el sentido gustativo. No en el sentido sexual. Pero sí en todos los demás sentidos. Incluso un poquito en esos. El verbo picar es estimulante de por sí y admite numerosas interpretaciones. «Dicho de ciertas cosas excitantes, como la pimienta o la guindilla», define la RAE, entre -atención- otras 57 entradas. Detrás de este medio no hay 57 personas con igual número de enfoques, pero sí más de una decena de talentos, que comparten la inquietud, el amor por el relato y las ganas de hacerlo bien, independientemente de que luego lo consigamos. Y hacerlo bien, en este universo, significa picar. Picar en los contenidos. Picar en nuestra imagen. Picar, y pasar de lo edulcorado, porque empalaga.
Despejemos la primera incógnita: nos definimos como revista, no como guía ni como periódico, porque la vocación de nuestros artículos es ante todo editorial. La prioridad no es la noticia ni la inmediatez, sino que los textos tengan profundidad y un enfoque, además de apostar por la dirección de arte y la fotografía cuidada. Para ello, empleamos una gran variedad de géneros: del reportaje al podcast, pasando por la columna o la viñeta. A esto se suma que nuestra periodicidad es quincenal, lo cual nos permite trabajar con mimo los contenidos. Ni siquiera la publicidad es convencional, porque lejos de llenar la página de banners, proponemos hacer trajes a medida con valor intrínseco, siempre convenientemente etiquetados como brand content.

«Nos definimos como revista. La prioridad no es la noticia, sino el enfoque de los textos»
Ferran Salas, director de Habanero. Foto: Mikel Ponce
Para quienes conozcan la intrahistoria del proyecto -quiénes somos Ferran y Almudena, a qué nos veníamos dedicando, lo juntitos que estamos- también conviene aclararles que Habanero no cuelga de Brava, aunque sí está perdidamente enamorado de ella. Y claro, es un amor correspondido. Las dos marcas comparten espíritu ardiente, valentía en la propuesta y romanticismo por la mesa, pero no pertenecen a la misma especie. Ella es una agencia; él es un medio. Aquí venimos a hacer periodismo, aunque esta actividad dependa de la publicidad para financiarse, porque solo así podemos pagar -bien- a los colaboradores. Y damos tantas explicaciones porque, al no ocultar la vinculación, estamos desactivando la manipulación y la mentira.
¿Hablamos ya del picante?
En mi primer año de carrera -todavía existía la Licenciatura-, un profesor me enfrentó a la falacia de la objetividad, que (sorpresa) jamás ha existido en el Periodismo. A lo máximo que podemos aspirar en este oficio es a la neutralidad. A que más allá de respetar la línea editorial del medio, o aceptar nuestra propia subjetividad humana, busquemos la verdad y tratemos los temas con honestidad. Esto es: que sepas que soy de izquierdas, pero te voy a contar lo que ha pasado en la derecha con el mayor rigor posible. Por esto mismo, Habanero no viene a ser amigo de todos. Tiene sus filias y sus fobias, no las oculta. Tampoco suaviza las opiniones de los colaboradores por motivos comerciales. Ni miente ni engaña. Pero no es un punisher: es un tipo majo.
Picar significa ser fogoso, pasional y bravo. Picar significa alejarse de lo edulcorado, fácil y complaciente. Somos de chiles, pasamos del azúcar. Nos empalagan los artículos que no hablan de nada, los que ponen todo por las nubes. Creemos que la gastronomía ha pecado de rezarle a los dioses, dejando de lado a los mortales. Es hora de recodar que la cocina es un oficio al servicio del comensal y que hay un sinfín de disciplinas artísticas a su alrededor que también merecen atención. Esto no implica que dejemos de poner foco sobre aquello y aquellos que de verdad aportan; en lo que de verdad creemos y que genera un valor intrínseco para todos. No va de destruir, sino de construir bien. Adiós al favor por favor. Al si eres bueno conmigo, lo seré contigo. Cuántas veces he visto tratar al periodista como un perro domesticado: «Si me gusta el titular, te invito». O todavía peor: «Si me invitas, te hago un artículo». Es que no somos influencers, y haríamos bien en recordarlo. Hace falta pagar más cuentas, aunque para eso, claro, sería importante que los profesionales cobrasen mejor.
Hora de dignificar el oficio, y no solo el de la cocina.
Fueguitos de todo tipo
Última monserga, prometido: Habanero es transversal. Nos hemos cansado de periodistas que se quedan en la presentación del plato y pasan del sofrito. Que si, que el productor, que el campo, ¿pero y qué hay de la sociedad y la cultura, en general? ¿Acaso no tienen un impacto significativo sobre las tendencias culinarias? La gastronomía se ha empapado del relato del arte, del cine, de la literatura, del viaje y de muchas más disciplinas que, honestamente, nos alimentan en un sentido más profundo. No podemos ni queremos permanecer ajenos a ellas. Aquí no estamos para tachar muy rápido la frenética lista de nuevos restaurantes -«Oye, ¿ya has estado en…?»-, sino para hablar de tantos temas que hacen mejor nuestro día a día, ya sean los off de teatro o los grafitis en vivo. Cualquier propuesta de interés cultural tendrá cabida en estas páginas rendidas a los asuntos de la vida.

Marta Andrés, directora de arte de Habanero. Foto: Mikel Ponce
Es genial tener a Sandra escribiendo sobre las frivolidades de la vida (fundamentales), a Encuinarte recorriendo mesas con la valentía de quien no teme a la verdad. Es una suerte que Las Entendidas nos enseñen de cine y Las Mestizorras, de literatura. Haber podido cocinar tan despacio a cada colaborador. Establecer un puente aéreo Madrid-Barcelona, con ambición de que este medio derribe barreras nacionales -desde Valencia se puede, claro que se puede-. Que los chefs hablen de forma infiltrada, como solo se habla desde el anonimato, y que la coctelería tenga el protagonismo que merece. Casi increíble contar con fotografías de Mikel Ponce y la identidad visual de Modesto Granados -casi increíble y una faltada, claro-. Y lo que está por venir, y lo que seguiremos ampliando, y lo mucho que esperamos ir mejorando. Qué nervios cuando está todo por hacer.
Habanero pica desde todos los prismas. Habanero pica porque tiene a gente picante. Este medio ha nacido tras noches insomnio, días de negociaciones y hasta peleas de pareja. Lleva dentro el poder de esas charlas entre aviones y cervezas, la magia de los equipos creativos y las risas que se comparten. La ilusión y el esfuerzo -que nadie os engañe, el segundo no te lo puedes saltar- de quienes lo han hecho posible. Un equipo de contents creators, una apuesta por la videografía más juvenil y la mención especial para Marta Andrés, que no solo es una mujer de infinito talento, sino también la guardiana de todas las esencias habaneras. La primera que boceteó Habanero sobre un papel para que nos lo terminásemos de creer. Claro que nos ha costado, y mucho.
Como todo lo que merece la pena y se hace por amor.
Estamos aquí para divertirnos. Lo hemos hecho, darling.