
María Ritter, en un ventanal al macizo del Montgrí. Foto: Sofía Moro (Repsol)
Un día con María Ritter, directora de Guía Repsol
Almudena Ortuño – 10/07/25
La figura responsable de haber democratizado la publicación gastronómica más relevante de España es, también, una mujer de empresa y una comensal curiosa, hambrienta de historias. Hace diez años asumió los dos retos más importantes de su vida y, hasta la fecha, sigue equilibrando el tiempo entre ambos
Una década le ha bastado a María Ritter (Bogotá, 1974) para sacar de las guanteras la Guía Repsol, que ya no es una publicación para minorías, sino el manual democrático que la gastronomía española venía necesitando. Estamos ante una mujer de empresa, cuyo discurso, sin embargo, resulta apasionado. Sus palabras denotan amor por el sector al que se dedica, al tiempo que denotan su capacidad para conectar todos los estratos de la restauración y generar proyectos de valor. Como directora de Guía Repsol, no le corresponde inspeccionar, sino consolidar la marca. Y esto abarca tantas ocupaciones -jornadas de oficina, gestión de equipos, eventos, viajes-, que en nada se parece un día al siguiente. «Procuro mantener algunas rutinas como puntos de anclaje», admite. Y es en esos actos cotidianos donde acontecen las pequeñas conquistas de su tiempo que, desde hace diez años, está entregado a un enorme desafío profesional, sin descuidar la maternidad que le sobrevino al mismo tiempo.
Mañana
«Todas las mañanas llevo a mi hija al colegio. Es algo muy importante para mí, porque en ese paseo me cuenta todo lo habido y por haber», revela María. Su día comienza con algo de deporte, al menos un par de veces por semana, antes de desayunar. Luego, pone rumbo al cole de su hija, «que por suerte, está de camino a mi oficina. Voy escuchando todas sus historias y llego con una actitud al trabajo», prosigue, en referencia a su entrada en las oficinas de Comunicación y Marca de Repsol. «Quizá la gente no tiene tan en mente que esto no es sólo una guía gastronómica, sino un departamento de la compañía, que a través diferentes acciones busca la conexión emocional con la ciudadanía», nos recuerda. Desde el patrocinio deportivo a los festivales del música, pasando, claro está, por esta facción gastronómica que tanta popularidad les ha reportado desde hace medio siglo. «Hay una parte muy corporativa en lo que hago, y admito que también me gusta», precisa.

Durante la última edición de los Soles Repsol, en Tenerife. Foto: Alfredo Cáliz
La Guía Repsol fue creada en 1979, bajo el nombre de Guía del Viajero. Era un proyecto de la petrolera Campsa, que ofrecía mapas, rutas y una sección de restaurantes evaluados con Soles. No fue hasta 2009 que adquirió la denominación actual, por la reorganización del mercado energético español. Ritter comenzó su carrera profesional en Argentina, donde ejerció de portavoz de la petrolera YPF, hasta que fue comprada por Repsol. En 1999, dentro de un programa directivo internacional, llegó a la sede de Madrid y se asentó en el departamento de Marketing. «He pasado por un montón de cosas dentro de esta empresa hasta que, en 2015, me ofrecieron encargarme de la Guía. Nunca lo habría imaginado, pero me hizo mucha ilusión, porque es 100% lo mío», afirma. Y cuando dice lo suyo, se refiere a su devoción, ya no por la comida, sino por el contenido.
María es, ante todo, muy curiosa. Escucha historias, conecta relatos y, de este modo, da vida a proyectos. Su gran desafío como directora ha sido el muy necesario reposicionamiento de la Guía Repsol -podríamos incluso hablar de rejuvenecimiento-. Rodeada de un equipo de cinco personas y una amplia red de colaboradores, empezó por sumar más contenido de calidad e incrementar su frecuencia. También por lanzar una app y reforzar la presencia digital. Sin olvidar su compromiso sostenible y la inclusión de género. Ahora bien, la gran batalla ha sido el cambio de enfoque, rebajando el elitismo, para alcanzar a nuevos usuarios. «No nos interesaba ser una guía inaccesible, pensada para endiosar a cocineros. Nuestro foco siempre ha estado en el comensal, querremos ser una guía para la gente. Esto implica ofrecer alternativas más informales y para todo tipo de bolsillos». En este sentido, la nueva categoría de los Soleres fue un acto totalmente revolucionario.
Históricamente, Repsol califica con Tres Soles a los restaurantes de gran calidad repartidos por todo el territorio nacional, seguidos de Dos y Un Sol. Sin embargo, después de la pandemia, se instauró la nueva distinción de los Soletes. Está pensada para reconocer lugares accesibles, informales y con encanto, donde se come bien sin mayor pretensión. «Todos tenemos un bar de referencia donde tomar vermú con los amigos, o la heladería donde nos gusta merendar. La gastronomía es cultura en España, algo muy identitario. Eso debía quedar recogido en nuestra guía», explica la directora. Actualmente, más de 5.000 locales están distinguidos con un Solete, frente a 44 restaurantes con 3 Soles, 176 restaurantes con 2 Soles y 569 restaurantes con 1 Sol. El incremento exponencial de galardones desde 2023, así como la celebración de una gala desde 2022 -San Sebastián, Alicante (2023), Cartagena (2024), Tenerife (2025)-, también han sido líneas de trabajo significativas del mandato Ritter.
Tarde
Habíamos dejado a María en la oficina, trabajando en activaciones de marketing con el equipo, atendiendo llamadas de medios o planeando algún evento. Tal vez, asistiendo al comité de Repsol, comentando la expansión del Área de Cliente o evaluando la entrada en Portugal. Las labores son variadas, pero la hora de la comida se mantiene inmutable. Ritter procura comer fuera un mínimo de tres días por semana. Si se suman los eventos que pueda tener por la noche, es evidente por qué necesita mantener la rutina de deporte, «ya no por equilibrio físico, sino también mental y energético». Puede elegir desde un restaurante con Solete hasta un Tres Soles, y suele hacerlo junto a algún colaborador, miembro del equipo o personalidad que quiere conectar con el local. «Es que mis visitas siempre terminan en una tertulia con el jefe de sala o el cocinero, porque ellos tienen ganas de comentarnos cosas. Y esa es una de las partes más importantes de mi trabajo: escuchar», afirma.

Visita a las plantaciones de Tenerife. Foto: Alfredo Cáliz (Tenerife)
Desde cómo están yendo los mediodías, hasta el porcentaje de clientela internacional, todo es contenido para la directora de Repsol. «Son temas que me interesan, y además estimulan nuevas ideas. Recoger ese feedback en distintas ciudades y territorios permite que luego puedan concretarse en acciones o conexiones”, explica, antes de señalarlo como su parte favorita del trabajo: «Lo llamo tocar calle porque, en una compañía como la mía, eso es fundamental: salir de los despachos y escuchar a la gente. Estamos trabajando con el sector más dinámico de la economía española, y eso requiere mantenerse al día, porque resulta muy difícil de prever». Por descontado, esta labor no sólo la concentra en sus comidas, sino que otros días le pilla viajando por España. Tal vez manteniendo encuentros y haciendo relaciones internacionales. Se reúne con administraciones que le cuentan sus planes. O con asociaciones que plantean reivindicaciones. Su rol pasa por conectar agentes.
«Por la tarde, algunas veces vuelvo a la oficina, y otras, teletrabajo desde casa. Una vez a la semana, intento hacer algo para mí: tomo clases de escritura, tengo un grupo de lectura… Lo que pasa es que la rutina se me altera», reconoce. Aunque por conciliación procura que sus viajes de trabajo no sean demasiado largos, sí los plantea de una manera intensa, concentrando un gran número de actividades en su agenda y visitas pendientes a restaurantes de otras ciudades. Pero no, no es lo que estamos pensando. ¿Acaso ella evalúa los sitios como el resto de los inspectores? «No, no sería lógico. Una cosa es que yo tenga mis propias opiniones, o que ponga en el radar algunos establecimientos. Pero nunca hago evaluaciones», asegura. Su papel es formar parte del comité en las últimas instancias, como cuando se decide nombrar a un nuevo Tres Soles Repsol. «Ahí sí, procuro estar involucrada, además de presentarme en el restaurante para dar la feliz noticia», asegura.
Con la llegada de María, el sistema de calificación de la Guía Repsol también se renovó por completo. Hasta 2015, atendía a los clásicos criterios de evaluación de un restaurante -sala, cocina o bodega, por poner algunos ejemplos, que todavía se emplean en la Guía Michelin-, pero el nuevo equipo detectó que habían quedado desfasados o no abarcaban la experiencia real del comensal. «Hay muchos restaurantes, que son interesantes por otros motivos, como que son muy familiares, o están en tendencia, y estaban quedando fuera de las listas», aclara Ritter. Con el objetivo de reformular el sistema, viajaron hasta el Basque Culinary Center, donde idearon una reprogramación de la experiencia. «Fue todo un retrato del journey del comensal, con el viaje que hace desde que entra al restaurante. Encontramos que era igualmente importante el antes, el durante y el después. Tu relación empieza en el momento en el que te piden la tarjeta para reservar; o si cuando llegas la música está muy alta», detalla. Y ahí es cuando todo cambió y la guía se democratizó: «De lo contrario solamente nos estábamos dirigiendo a gente con mucho dinero y un gran conocimiento culinario. Ese no era el objetivo de Repsol”.
Cena
Conforme se acerca la noche, la rutina de María Ritter puede encenderse o apagarse. Lo primero se produce si tiene que asistir a alguna gala o evento, ya no en Madrid, sino en cualquier ciudad del mundo, estando presente allá donde se ponga en valor la gastronomía española. Intenta moderar los compromisos, sobre todo porque tiene una niña de 10 años, «pero a otros no puedo faltar, por responsabilidad, o porque con los años hay personas del sector que se han convertido en amigos». Si por el contrario puede quedarse en casa, su tiempo es para su hija y su pareja, con los que disfruta de la cena. «Tengo un gato y un perro. Así que primero, bajo al perro a pasear. Luego, intento cocinar algo. Pero que nadie tenga expectativas sobre mí, se me da fatal ponerme en los fogones. Lo importante es que me siento a la mesa con mi gente y, por fin, hago balance del día», asegura María. Por fin, se disipan las obligaciones. Y ya solamente le queda leer algo y marcharse a dormir.

Ritter, durante el evento de bienvenida a Portugal. Foto: Marisa Cardoso (Tenerife)
«Si pudiera cambiar algo de mi rutina, sería el exceso de reuniones por Teams. Creo que es una herencia de la pandemia, pero hay cosas que se resuelven mediante una llamada. También prefiero escuchar a la gente en persona, el contacto social», hace balance. El sábado, eso sí, necesita recargar energía y quedarse en casa. Tal vez cocinar junto a su pareja, ver alguna película. Estamos ante una mujer que recibe información continuamente; le gusta y sabe transformarla; consigue que los cambios sucedan. No es de extrañar que, a veces, necesite ser dueña de su propio tiempo, «pero no mucho, que enseguida estoy queriendo volver a salir», dice entre risas. Se le nota relajada y satisfecha con su legado, que también es su presente, pues la Guía Repsol sigue transformándose.
Cada día, más joven; cada paso, más cerca del comensal. «Nos criticaban por conceder muchos Soles, pero yo creo que este país es más soleado de lo que pensamos. Nos lo dice la gente que visita los bares a diario. Así que nuestro objetivo no es criticar restaurantes, generar frustración o provocar disputa. Queremos hacer comunidad. La gastronomía es una gran fuente de alegría y, por eso, seguiremos arrojando luz sobre muchos más negocios», concluye. Ritter conoce su propósito: ha alumbrado su propio camino, y discierne perfectamente el destino.