
Butacas y gildas en Donosti. Foto: Mikel Ponce
Lo que se ve (y se come) en el Festival de San Sebastián
Las Entendidas – 03/10/25
Así ha sido el paso de Las Entendidas por Donostia, capital emocional de los mejores momentos del año para el buen cine, pero también para el buen comer
«Algo bueno hemos hecho en la vida para estar aquí», fue la frase con la que nuestra querida amiga Clara Gorria nos recibió en Donostia. Gilda en mano (cómo no) sostenía con orgullo la convicción de que todo lo bueno de nuestra existencia se concentra alrededor de la posibilidad de pasar unos días del año aquí, en el Festival de San Sebastián.
¿Somos responsables de lo que nos pasa? ¿De quién son nuestros días? Estas fueron las dos preguntas que sobrevolaron la primera jornada de nuestro paso por el festival. Desde el Teatro Victoria Eugenia -en palco, la excentricidad que nos permitimos cada vez que vemos en Zinemaldia una película donde aparece Louis Garrel- nos acercamos a lo que propone la guionista y directora Alice Winocour en Couture. Un hilo invisible conecta y hace coincidir a las protagonistas de esta historia en plena Semana de la Moda de París. Angelina Jolie (como directora de cine. que hace frente a un diagnóstico médico en mitad de un rodaje) encabeza el reparto de una película donde se entretejen cine y moda para «confrontar la mortalidad con el brillo de ese universo», como explicaba su directora.
De la vulnerabilidad a la que nos enfrenta la enfermedad en Couture a la responsabilidad que tenemos sobre ella en La Grazia. Paolo Sorrentino vuelve con un retrato de señores que hablan de la vida (y que tan bien se le da) en una película que gira en torno al derecho de morir dignamente; un tema que hemos visto repetidas veces en el último año en películas como La habitación de al lado o Polvo serán, y que claramente refleja una preocupación de nuestra sociedad actual. El director juega con las contradicciones del protagonista (Toni Servillo como presidente de la República Italiana), un hombre culto, católico y que se siente perdido pensando en un inminente final de mandato que le plantea un dilema frontal: antes de marcharse, deberá firmar o no la ley de la eutanasia. Una decisión profesional, pero también profundamente íntima y personal, que le hará preguntarse una y otra vez eso de si somos dueños de nuestro destino. Tras el disgusto de Parthenope, salimos reconciliadas con este director, y es que cuando entramos a ver una película suya, esto es lo que esperamos encontrarnos.

«¿Soy responsable de lo que me pasa? ¿De quién son nuestros días?»
Crema de erizo de mar y tomate rebozado relleno de anchoa y mozzarella en Bar Sport. Foto: Las Entendidas
Estos interrogantes permanecieron, a su manera, en otras de las películas que vimos los días siguientes. En Belén pudimos comprobar cómo una mujer fue privada de su libertad y condenada a cárcel en Argentina por supuestamente haberse provocado un aborto. Dirigida, coescrita y protagonizada por Dolores Fonzi, la película se basa en un caso real que impulsó la movilización social en el país y que derivó en la ola verde y la aprobación, años después, de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Una violencia institucional y absoluto desamparo por parte de los aparatos del Estado que hicieron que, en efecto y durante un tiempo, muchas mujeres no fueran dueñas ni responsables de sus destinos.
Quien sí batalla por serlo -y en el camino abre un cisma en su familia- es la protagonista de la nueva película de Alauda Ruiz de Azúa, Los domingos. En ella, una adolescente siente la llamada de Dios y decide instalarse en un convento de clausura ante la sorpresa de quienes le rodean. Como sostenía su directora a su paso por el festival, «que alguien se plantease una decisión así me iba a permitir hablar de muchas fragilidades de la familia». Y es que tras Cinco lobitos y Querer, vuelve con una historia que, de nuevo, pone en duda eso de la familia como refugio de paz. Frente a la imposibilidad de moldear las decisiones de los demás, la historia coloca en el personaje de Patricia López Arnaiz -quien interpreta a la tía de la joven protagonista- las líneas de guion que la mayoría pronunciaríamos ante una situación así. No hay tema que revuelva más un patio de butacas que la religión y sus largos tentáculos, damos fe.
Por su parte, Alba Flores poco pudo hacer cuando perdió a su padre, Antonio Flores, a los ocho años. Ahora -cuando ha superado la edad que él tenía cuando murió- encuentra a través del arte (no podía ser de otro modo) la manera de hacer algo con esa herida: una película. Cuadernos, vídeos familiares y una conversación pendiente es lo que encontramos en Flores para Antonio (Isaki Lacuesta, Elena Molina). Para los demás, un puente generacional con el que conocer al artista y un lugar donde acudir para celebrarle, recordarle y llorarle. Para ella, el camino para comprender su manera de vivir y su manera de morir.
Las sorpresas de la edición
Por el alcance de su difusión o por la posibilidad de los premios, los festivales cambian el destino de una película ya desde su selección. Movidas por esta idea, y por salirnos un tanto de la competición oficial y los grandes nombres, nos metimos en el Kursaal a ver qué nos encontrábamos en Un poeta (Simón Mesa Soto) y Aro berria (Irati Gorostidi).
La primera, elegida por Colombia para los Oscar y Premio del Jurado en la sección Una cierta mirada en Cannes (de nuevo, la importancia de los premios), nos puso delante «una película imperfecta y sucia, una película punk hecha con el corazón y toda la pasión», como acertó a describirla su protagonista, Ubeimar Rios, antes de la proyección. Una tragicomedia sobre un poeta -y padre- abonado al fracaso que ofrece una interesante y fértil reflexión sobre la inviabilidad de una vida profesional dedicada al arte.

La última cena, estas anchoas de Getaria, de un sitio cuyo nombre no diremos porque queremos seguir yendo. Foto: Las Entendidas
La otra, Aro berria, primer largometraje de Irati Gorostidi, es -de lejos- el visionado que más trastocadas nos ha dejado y está llamado a ser una de las sensaciones de esta edición. ¿Qué decir? Ambientada en el 78 en San Sebastián, tiene como punto de partida la lucha obrera de los trabajadores del metal. Como el resultado no es el esperado, la decepción mueve a algunos a abandonar la fábrica para iniciar un cambio radical y adentrarse en Arco Iris, una comunidad tántrica en busca de otro modelo de sociedad. Su diseño formal lo apuesta todo a su experiencia en sala*, totalmente inmersiva, y estamos convencidas de que su paso por el festival va a configurar de manera muy particular el recorrido de esta película. Y aquí, de nuevo, la importancia de los festivales.
*Incluye guiño extracinematográfico con cameos de la poeta y escritora Sara Torres being Sara Torres y con Oliver Laxe como líder espiritual.
Y el caprichito fue para…
… una película que ahora mismo ya está estrenada comercialmente, pero que nos hacía tremenda ilusión verla en el marco del festival y arropada por la presencia de su directora, Sara Fantova, y gran parte del equipo. Jone, a veces es un coming of age que huye de dibujar a su protagonista como una joven perdida, sino que plantea con ternura y una naturalidad muy viva sus deseos de explorar su recién conquistada madurez -entre fiestas y citas- sin olvidarse de mostrar las cargas que acompañan esta nueva etapa. En su caso, los cuidados a un padre enfermo y una hermana pequeña. Jone no siempre es responsable de lo que le pasa, como tampoco puede asegurar que sus días sean plenamente suyos.
Otra concesión para esos días: cerrar con La Tour de glace y el placer de ver en pantalla grande a Marion Cotillard como La Reina de las Nieves. Una (muy libre) adaptación del cuento de Hans Christian Andersen por parte de Lucile Hadzihalilovic quien -para nuestra sorpresa- acompañó esa sesión. La premisa es sencilla, una huérfana escapa del orfanato y se refugia en los platós de una película que se está rodando. Ella termina siendo parte del elenco y estableciendo un relación de amiga/protegida/hija -y quién sabe qué más- con Cristina (Cotillard). Una fábula hipnótica que nos ofrece todo un juego de espejos entre el cine y la vida.
Decía estos días la directora Laura Carreira que su experiencia como jurado del festival le daba la posibilidad de «hablar de cine durante muchos días ininterrumpidamente sin parecer cansina», y no podemos estar más de acuerdo con ella. Hablar de cine, y que a tu alrededor nadie se aburra, será sin duda lo que nos mueva en un futuro a volver a un festival que es ya lugar seguro.