
‘La Sustancia’. Foto: Habanero
CULTURA – UN HAMBRE QUE NO SE VA
La comida NO es pecado
Las Entendidas – 06/03/25
Sobre el acto festivo del comer: liberador, por placer y sin culpa
En una de tantas alfombras rojas que llevamos a nuestras espaldas durante esta intensa temporada de premios, le preguntaban a Jennifer Coolidge qué era lo que más le entusiasmaba de ser mujer en el Hollywood de 2025. Disfrutar al fin de papeles femeninos complejos y profundamente interesantes, o tener la oportunidad de liderar proyectos propios, podrían haber sido dos respuestas en sintonía con los nuevos tiempos. Pero nadie imaginaba que la actriz, apenas sin pestañear, contestara lo siguiente: «Um, que ahora puedes comer lo que quieras».
Lo que se desprende de las palabras de Coolidge no queda tan lejos de lo que experimenta la protagonista de La sustancia (Coralie Fargeat, 2024), una película que extrema el retrato de lo que durante mucho tiempo ha significado ser actriz en Hollywood. Y en ella, cuando la comida aparece en escena, adopta un oscuro papel. Como en esa secuencia donde Elizabeth se sienta en la mesa con su productor –el epítome de una industria tóxica y misógina hecho personaje– y, en uno de tantos giros repulsivos que promete la película, nos pone frente a un hombre chupeteando sin control cabezas de gambas… algo que Elizabeth jamás se ha podido permitir ni en una comida de trabajo, ni siquiera en privado.
La manera en la que desde el cine se ha problematizado y penalizado el hábito de comer -y disfrutar comiendo- la vemos en películas como El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987). Por sus convicciones religiosas, a los personajes de esta historia les aterra la idea de ser invitados a la cena francesa con motivo del cumpleaños del pastor, y juntos acuerdan no pronunciar ni una sola palabra referente a comida o bebida. ¿En el menú? Sopa de tortuga, blinis, uvas, higos… sin olvidar las famosas codornices en sarcófago. Todo regado con un buen Clos de Vougeot y Veuve Clicquot 1860. Equiparado ese banquete a un aquelarre de bruja, se sienten expuestos a fuerzas poderosas que solo traen desgracias. Esa llamada a la opulencia y la amenaza de un apetitoso y extravagante menú que está por venir hasta provoca pesadillas a esas ancianas hermanas cuyo puritanismo las ha abocado a una vida sin permiso al disfrute.

Escena de ‘El festín de Babette’. Foto: Habanero
Inspirado en un texto de Karen Blixen, este clásico del cine gastro nos enseña a entender una cena como un asunto amoroso donde esa relación apasionada con aquello que se ingiere no diferencia ya el apetito físico del espiritual. Aquí, la comida entendida como trámite pasa a ser -como así lo creemos– auténtica religión.
Historia de un hambre que no se va
En las antípodas de todo esto se situarían las integrantes del Supper Club, un colectivo de mujeres cansadas de que les digan que tienen que hablar menos, comer menos, ser menos. El club gastronómico femenino que se nos presenta en el libro Las devoradoras (Lara Williams, 2021, Blackie Books) reclama tomar el control de su propio cuerpo -tan entregado al juicio de los demás- a través de apropiarse de un espacio que solo conquistarán comiendo. Según expresó su propia autora, «la idea de ver a mujeres atiborrándose de comida, dándose un festín hasta el punto de enfermar, me pareció sorprendente».
Lejos queda de esa vindicación lo que vemos en La gran comilona (Marco Ferreri, 1973), donde cuatro amigos -hombres- organizan su propio seminario gastronómico con el fin de acabar con unas vidas colmadas de insatisfacción. Nada tiene que ver la cena de ‘El festín de Babette’ con ese desfile incesante de carne de cerdo, queso, jamón o caviar que aparece en esta cinta de culto, pero aunque esta se coloque en el lado opuesto de la moral (y de lectura complicada con el paso de los años), pecados capitales como la gula y la lujuria también se sienten dispuestos a desafiar. «Lo ideal sería comer así indefinidamente», dicen sus protagonistas, y es que es probable que se pasen ingiriendo alimento en el ¿80% de los planos? Comer hasta morir, el deseo definitivo.

‘Las margaritas’. Foto: Habanero
Y si las integrantes del Supper Club cronifican la desafección con el presente entregándose a la comida, dos chicas llamadas Marie hacen lo propio, se portan como les da la gana y comen mucho más conquistando la pantalla en Las margaritas (Vera Chytilová, 1966). Con vitalidad y desparpajo, Marie I y Marie II matan el aburrimiento entre deliciosos banquetes, siendo osadas y desenfrenadas en su glotonería, que no es otra cosa que un acto de resistencia antipatriarcal en la Checoslovaquia de los 60.
Entre las apariciones en cine más viralizadas de Coolidge, quien por cierto antes de ser famosa trabajó en multitud de restaurantes, está la de evidenciar las ganas terribles que le daban de comerse un perrito caliente al encontrarse con una Elle Woods ataviada como si fuera la expresión misma del 4 de julio en Una rubia muy legal 2. Con cierta gracia -como acostumbran a ser sus apariciones en pantalla- señalaba así, y de nuevo, un deseo insatisfecho en público para las mujeres: el deseo de comer.
Oh my god, you look like the 4th of July. Makes me want a hot dog real bad