Foto: Mikel Ponce

GASTRONOMÍA – PUENTE AÉREO BCN

Cuidado con la peste en los bares de Barcelona

Rosa Molinero – 17/04/25

Sobre hedores en coctelerías y cómo evitarlos, después de hablar con un arquitecto y un perfumista, cuyas profesiones (sorprendentemente) pueden ser complementarias

Barcelona tiene muchas cosas buenas, pero no puede decirse que sea la ciudad más aromática del mundo: con frecuencia, huele mal. Muchos turistas que aterrizan en El Prat durante el verano recuerdan esa bofetada caliente y húmeda, como si les hubieran pegado en toda la cara con una bayeta usada, que algún camarero olvidó varias horas en una terraza de La Barceloneta. Precisamente, la cercanía al mar es causante de ese olor a alcantarilla, que se cuela en los lugares más inesperados, hasta en ese bar, por lo demás perfecto, donde esperas encontrarte solamente el perfume limpio de la ginebra, la lima y la madera maciza.

Pero no. Abres la puerta y te recibe un hedor a cañería, que no sabes si viene de la calle o emana de alguna parte del propio bar. Otras tantas, lo que te golpea es un tufo a humanidad condensada, inevitable si la concurrencia es alta, y peor aún si las temperaturas en el exterior también lo son. Viene seguido de ese bochorno característicamente barcelonés, que te hace sentir como en un baño turco, pero sin el delicioso aroma de eucalipto que te destapa las fosas nasales. Tener moquetas o gruesas alfombras en los bares de Barcelona es -por mucho que pueda gustar pisar sobre mullido, sobre todo si las aceitunas de tu Dry Martini empiezan a sonreírte- un atentado olfativo, cuando no se les da el debido mantenimiento. 

¿Cuáles son las causas de esta peste en los bares? Como decíamos, la ubicación en el litoral es un factor, pero no el único. Estar a pie de calle y el descenso de la presión atmosférica asociado con las horas antes de que llueva y, también durante y después, hace que los gases que se acumulan en las alcantarillas salgan de las profundidades de la ciudad hacia la superficie, a través de todas aquellas bocas que conectan con ella, incluidos desagües en baños, cocinas y bajo la barra. Y de ahí, a tu nariz, que al recibir las señales de lo fétido le ha enviado órdenes a tu cerebro para que giraras sobre tus pasos y te volvieras por donde habías venido.

Perfumería Les Topettes, en Barcelona. Foto: Habanero

Aunque la realidad es que merece la pena quedarse. Barcelona tiene grandes coctelerías, barras fenomenales en las que acodarse durante largo rato, estribos relucientes con los que mantener el equilibrio mientras flotas sobre el taburete y gracias a los caprichos alcohólicos que se te vayan antojando hacer bajar por tu gaznate. En algunos sitios, por suerte, esos efluvios se quedan cerca de la puerta, con lo que es suficiente situarse tan lejos de ella como sea posible.

En busca de explicaciones y soluciones

El arquitecto Antonio Dachs, también amante de las coctelerías, añade otra explicación: «No hay una respuesta única, pero seguramente, en el 90% de los casos se deba a que la ventilación o la renovación de aire es insuficiente, aunque la normativa cada vez se ha ido poniendo más exigente. Al mismo tiempo, puede darse una mala instalación de la red de saneamiento, sea en el propio local, el edificio o incluso en toda la calle». Para solventarlo, Dachs indica que una mejora del sistema de renovación de aire, adecuado a las dimensiones y necesidades del local, puede ser suficiente. «Si el problema está en la red de saneamiento del propio local será, seguramente, porque está mal ejecutada y tiene una solución normalmente sencilla, aunque rara vez barata. Y si el problema es del alcantarillado público, entonces, suerte con ello, porque dependerás por completo de la Administración». 

Una de las soluciones más fáciles, aunque posiblemente no sea perfecta, es la ventilación: lograr que el ambiente esté contínuamente aireado gracias a la ventilación cruzada, o hacerlo en momentos puntuales del día, como antes del primer turno y al terminar el último, y en los momentos necesarios durante la jornada, ayudará a deshacerse de los malos olores. Sin embargo, esto puede resultar insuficiente, y si los problemas son de tipo estructural, ergo irresolubles, los propietarios del bar pueden optar por recorrer, como se viene haciendo en docenas de culturas por todo el mundo, desde hace siglos, a la perfumería.

De esto sabe Oriol Montanyés, de la perfumería Les Topettes, quien regenta un paraíso del buen olor en la barcelonina calle de Joaquín Costa. En el aire de esta vía se mezcla el kebab, la fruta madura, la cerveza que se cayó al suelo, el orín en un container, las especias varias de alguna tienda fabulosa donde encantarse un buen rato y las chispas que levantan los skaters al derrapar hacia la plaza del MACBA. Montanyés, que en un pasado fue cocinero, conoce los perfumes desde fuera, pero también desde dentro, ya que ha sacado tres al mercado con la ayuda de otros perfumistas. Por todo ello, le preguntamos su opinión sobre cuál sería el perfume idea en el ámbito de una coctelería. Y él nos responde sin dilación.

«Si el problema es del alcantarillado público, entonces, suerte con ello, porque dependerás por completo de la Administración»

«Me imagino perfumes cálidos, como el ámbar, la madera, el incienso, una vainilla con hoja de tabaco o resinas como el láudano o un benjuí. Notas bienolientes, pero sin ser demasiado invasivas, para que no molesten al ingerir el cóctel, aunque pueden ser algo más pesadas que las que usaríamos en un restaurante, donde sí que molestarían más» comienza el experto, quien prosigue con una sugerencia: «Pienso en un perfume similar a lo que hace Andy Tauer en L´Air du Désert Marocain, con notas de fondo de ámbar, cedro, vetiver, pachuli y musgo de roble; corazón de láudano, jazmín, geranio y abedul; y salida de semilla de cilantro, comino, petitgrain y lavanda. Creo que a pesar de ser notas cálidas, funcionarían bien en verano, ya que las coctelerías suelen ser sitios nocturnos y de luz tenue». 

En cuanto al modo de aplicación, Montanyés cree que lo mejor es usar un difusor eléctrico que va desprendiendo el perfume escogido cada tanto de forma automática. «Las velas requieren un mantenimiento y de los ambientadores manuales hay que acordarse de hacer los sprays pertinentes a diario», precisa. 

Como curiosidad, existe un perfume que se inspiró en el aroma de un bar de los años 60: Orphéon, de Diptyque. Huele a bayas de enebro, jazmín, cedro, humo de tabaco, a maquillaje y a haba tonka. Así es como olía ese bar justo al lado del 34 del boulevard Saint-Germain, primera tienda de esta casa de perfumería, donde a los fundadores de Diptyque, Yves Coueslant, Christiane Gautrot y Desmond Knox-Leet, junto a escritores, filósofos y artistas, les gustaba reunirse en la rive gauche del Sena.

 

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