Foto: Mikel Ponce

GASTRONOMÍA – PUENTE AÉREO BCN

Barcelona, 00 am: aquí comen los taxistas y los hosteleros

Rosa Molinero – 29/05/25

Un repaso por la gastronomía de la capital catalana una vez que cae la medianoche y se avistan especímenes de caza, recién salidos de trabajar (o en pleno servicio todavía)

Barcelona no es ni Atenas ni Shanghai: es Barcelona. Eso tiene un millón de cosas buenas, y algunas malas, y entre ellas se encuentra una queja común para muchos de los que viven y visitan la ciudad. Sobre todo, si hablamos de búhos, panteras, zorros, pulpos, lagartos, vampiros, licántropos, bacantes y otros animales de la noche que salen a cazar y se sorprenden con que no hay casi nada para comer. Zahorar, es decir, comer algo justo antes de acostarnos, no deja de ser ese resopó tan catalán; pero lo cierto es que si te ruge el estómago a altas horas de la madrugada, aquí lo tienes bastante complicado.

La legislación vigente prohíbe la venta de otra comida ambulante que no sea la servida en una churrería, limitada a masas y patatas fritas, desde churros a porras, pasando por xuixos, ruedas de patata, gofres y poco más. Por descontado, todo eso puede hacer un buen apaño, sea para alicatar el estómago justo cuando empieza la noche -sabe bien quien pisa la ciudad que aquí la fiesta empieza tarde y puede acabar muy, pero que muy tarde-, o para tapar algunos huecos que se hayan formado a causa de los estragos que propina a veces la nocturnidad y la alevosía de las horas oscuras. Según la convención nutricionista, el consumo excesivo de alcohol facilita que tengamos menos control sobre nuestras pulsiones y desequilibra, momentáneamente, las hormonas responsables de mantener a raya el apetito. Si se ha consumido marihuana o alguna forma de THC, ese demonio feroz que te pide comida, que en inglés llaman munchies, se ha desencadenado porque la droga lleva al intestino a liberar la grelina, una hormona que estimula el hambre. 

«Existe una especie de otro pelaje, distinta a la de los taxistas, que también conoce la noche: los trabajadores de la hostelería»

Dejando este supuesto a un lado, la ciudad condal es un páramo de oferta gastronómica a altas horas de la noche, con contadas excepciones. Ante la duda y si el hambre aprieta tenazmente de madrugada, la solución más fácil es alzar la mano ante el primer taxi y decirle que nos lleve allí donde los taxistas paran durante el turno de noche. Es posible que termines en alguno de estos clásicos: el Frankfurt Donildo, el Baden-Baden, El Sot, el Bassy o el Bar Tío Pepe. En ellos podrás tomar, en horarios variables (el que cierra más temprano baja la persiana a las 1 am y el que lo hace más tarde, a las 3 am), desde bocadillos hasta tapas, siempre propias del recetario español. Pero si lo tuyo son las hamburguesas, otros bocadillos excelsos y el vino natural, dirígete al bar Torpedo, abierto hasta las 3 horas, de jueves a sábado, y hasta las 01:30 horas, el resto de días.

Paralelamente, existe una especie de otro pelaje, distinta a la de los taxistas, que también conoce a la perfección el mapa de la Barcelona nocturna más suculenta: hablamos de los trabajadores de la hostelería. Debido a sus horarios intempestivos y lo físico de las jornadas, al acabar el turno suelen pisar la calle invadidos por una voracidad sin igual que pide ser saciada con urgencia. Tienen colgado el sanbenito de ser grandes comedores y bebedores, y cuando llega su día de fiesta, proceden a dar buena cuenta de todo aquello que durante los días de curro se dedican a servir en copas y mesas. Esta vez, la dirección es inversa, y la bebida y la comida va directa a su boca. Aquí algunos ejemplos…

… y una bola extra.

Eleonora Malvino, sumiller de alkimia y alkostat 

Pocas cosas le gustan más a Eleonora Malvino que comer y beber. Antojadiza por excelencia, cuando sale de fiesta va variando lo que se echa a la panza, pero últimamente está apostando por unas buenas croquetas, como las de la churrería Trébol. Lugar mítico del barrio de Gràcia, en su límite con l´Eixample, también ofrece, aparte de los ítems de recibo, un sugerente salchichurro (es decir, una salchicha Frankfurt metida dentro de un grueso churro) y unas croquetas excelsas, que son la estrella de la casa. De bacalao, jamón, pollo o cocido, son las más pedidas y las que antes se acaban. «Cuando la noche ha sido floja y no me ha interesado nadie, me como unas croquetas para acordarme de que el problema no soy yo, y que los hombres la meterían hasta en una croqueta. ¡Viva la fritanga!», declara.

Luis Sánchez. Foto: Victor Anchich 

Luis Sánchez, cocinero en Ultramarinos Marín 

Para Luis Sánchez, que pasa el día frente a la plancha de la fabulosa barra del buque Marín, uno de los templos nocturnos para comer algo en Barcelona es el Bagoa. Ahora que se ocupa de las noches ultramarinas, al salir camina hasta plaza Letamendi de camino a su casa y pide lo siguiente: media de ensaladilla rusa y un bocadillo de jamón canario con queso. «Y una caña de Mahou, a ser posible, con cacahuetes». «Nunca con sus aceitunas, que saben a muerto, como a cerrado, como si fueran viejas», precisa. Si está en compañía también pide croquetas, bravas y pimientos del padrón.

Un apunte sobre el jamón canario, que sí es jamón pero nada tiene que ver ni con canarios ni con las Islas Canarias: es una pata de cerdo asada al horno que queda tierna, jugosa y sabrosa. «Abren hasta las 3 de la mañana y desde las 6, y han tomado el relevo de un local emblemático de Barcelona, sin perder el rumbo de lo que se hacía. Incluso enderezándolo, porque con los anteriores propietarios había llegado a ser muy decadente. Además, el corte de pelo del camarero, José, es increíble y se lo hace él solo, y es muy majo», dice, y añade: «José y sus compañeros cuidan de Barcelona con este trabajo increíble. Podría abrir una peluquería, y no lo hace».

Marc Pinotti, bartender y propietario del bar Marlowe

El bar Marlowe, en la calle del Rec, es posiblemente la mejor coctelería del Born. Abre hasta tarde, detrás está el bueno de Marc y reúne grandes combinados en un genial ambiente, que puede estar entre la tranquilidad de la tarde y el alboroto del final de la noche. Dice que si le toca trabajar esa noche prefiere no cenar, pero cuando sale en su tiempo de ocio, siente debilidad por el Ciudad Condal, en plena Rambla Catalunya con Gran Via. Los viernes abre hasta las 01:30 horas. «Es fantástico para cuando te entra el hambre a deshora. Me gustan mucho sus platillos: tortilla, montaditos de bacalao, con filete y foie. Todo muy clásico. Y también su marisco, su sepia a la plancha o el pulpo», es su recomendación.

Marc Pinotti. Foto: Marlowe 

Carles Ortega, bola extra y matemático 

Según Carles Ortega, la cantidad de hambre que pueda tener en la noche es directamente proporcional al poco interés que estén generando las horas. «Al final, hay que saciar el espíritu o el cuerpo», comenta. En sus peores noches, lo que le ha sacado adelante es un kebab en el sitio que le quede más a mano. «También me parece muy destacable el bocadillo de lomo en el bar El Rincón del Artista, justo delante de la sala Apolo», detalla. ¿Y en sus mejores noches? «Un bar amigo acude en ayuda: las albóndigas en Cal Soci pueden salvarte la vida y el jamón en el Soto es otra cosa, un trato de favor que te hace sentir bien, pero no sólo en el estómago», nos revela. Ortega quiere hacer una mención final al bar Andalucía: «Un bikini después de estar en Razzmatazz te da un impulso para seguir en la aventura».

 

Más artículos